En la primera parte de este post, editada allá por el mes de marzo, razonábamos que el Cielo prometido por algunas religiones difícilmente podría encontrarse en la Troposfera, en la Estratosfera, en la Mesosfera, en la Termosfera o en la Exosfera, que son los estratos en los que se divide la atmósfera de la Tierra. Detuve la reflexión en la Exosfera que es la capa más alta, desde donde muchísimos átomos de gases ligeros saltan al espacio interplanetario para no regresar jamás. Podemos tratar de imaginar que, de alguna manera, en esos átomos va almacenada la energía de la que estarían compuestas nuestras almas, si éstas existieran. Podemos elucubrar con la idea de que la vida ultraterrena se desarrolla en la interrelación entre esos átomos que vagarán por el espacio por toda la eternidad, en un plano de realidad que desconocemos. Podemos incluso preguntarnos por qué iba a tener que ocurrir esto en la Exosfera precisamente y no, por ejemplo, en los átomos que conforman la pared medianera de la casa de nuestro vecino. Los misterios de la física cuántica abren muchísimas puertas para que la trascendencia encuentre nuevos rincones para su acomodo. Tal vez nuestros bisabuelos sí, pero nosotros no podemos sostener que el Cielo se encuentre en nuestra atmósfera sin caer de lleno en el absurdo. En cambio, sí que podemos decir, sin que nadie nos pueda llevar la contraria, que el Cielo está junto a nosotros, pero en otro plano dimensional. Ahí hay terreno abonado para la cábala. Así se constata que la respuesta a la pregunta que encabeza este post es muy escurridiza y que ha variado históricamente, casi siempre reculando y perdiendo terreno, con motivo de los avances que el hombre ha venido realizando en el conocimiento de su medio, del mundo y del universo. No por nada el mayúsculo cabreo de la iglesia católica hacia Galileo ha durado 400 años (y persiste hoy, aunque lo disimulen).
La cuestión no es, pues, dónde está el Cielo, porque muchos trascendentalistas dirán que la pregunta en sí carece de sentido, al tener su origen en la razón del hombre que no puede alcanzar a comprender, ni de lejos, la esencia del dios creador. El lugar es algo que dios no necesita en absoluto y a nosotros, por lo tanto, tampoco debería importarnos lo más mínimo. Hay Cielo y punto.
Así pues, la pregunta que realmente debería inquietarnos es: ¿Cómo es el Cielo?
Y sus derivadas: ¿Hay espacio en el Cielo? ¿Un arriba? ¿Un abajo? ¿Hay compartimentos? ¿Tendremos forma? ¿Pueden las almas prescindir de la forma de las cosas? En caso afirmativo, ¿pueden hacerlo durante toda la eternidad y ser felices? Si alguien puede adelantarme alguna respuesta a estas preguntas, le estaré muy, pero que muy agradecido.
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