martes, 28 de julio de 2009

Sindicalista retrógrado piquetero


Coincidiendo con el estreno de la película 'Che' de Steven Soderbergh, protagonizada por Benicio del Toro, Esperanza Aguirre carga contra Ernesto Che Guevara en un cónclave de las nuevas generaciones del PP, llamándole “canalla”. Acabar con el prestigio de un médico es fácil si se da pábulo a denuncias anónimas infundadas y se le ríe la gracia a quien comete la infamia de llamarle "doctor muerte". Hacerse con el puesto de presidenta de una comunidad autónoma puede ser sencillísimo, si dos contrarios se ausentan oportunamente de la votación adecuada. Es de natural gracioso -y hasta chispeante- improvisar un chascarrillo con las picotas regaladas ayer cuando la putrefacción gurteliana afecta a piezas muchísimo más gruesas del mismo frutero desde hace meses. Encararse con un funcionario para que a éste le quede claro con quién está hablando, mientras se mastica chicle, es señal de tener las cosas claras. Y suma y sigue. Ya puestos, ¿por qué no llamar sindicalista, retrógrado y piquetero -así, para que rime con Zapatero- al vulgar individuo que tenemos por presidente? No hay nada que perder y muchos votos que ganar.

Este parece ser el esquema mental de Aguirre, a tenor de su comportamiento y actitud pública. Tal vez piense que con estas acciones, permisividades y proverbiales toques de fortuna, es como se construye la imagen de un político triunfador. Se comprende que se mueve en la seguridad de que es así como se ganan votos y más votos y lo cierto es que la fórmula, hasta ahora, parece funcionarle. Siempre suele haber votantes deseosos de lanzar dardos al culpable de su infortunio. Y es tan fácil señalarles al culpable...

La jugada se completa cuando el lider natural -o lideresa, en este caso- se sitúa al frente de sus mesnadas para proferir bien alto y a la cara del culpable aquellos insultos que sus votantes llanos quisieran decir para al menos desahogarse, pero no lo hacen. Bien por miedo a represalias, bien porque la cabeza no les alcanza para conjugar los tres epítetos de forma tan magistral -y ahí la aristocracia para Aguirre es un grado-, o bien -simplemente- porque son menos faltones que su timonel. Pero esto último, a Esperancita, quizás ni siquiera se le ha pasado por la cabeza. Ni se le ha pasado por la cabeza que tal vez se ha pasado. Como todo se lo pasa antes por el forro...

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