Ya se levantan voces sensatas en contra de iniciativas tan lamentables como la que va a tener lugar en Irlanda, dentro de pocos días, y que denunciaba yo antesdeayer. Ante la ola de fundamentalismo que se cierne sobre la cosa común -como quien no quiere la cosa, ¿te das cuén?-, se propone el 30 de septiembre como Día Internacional de la Blasfemia.
Claro que sí. Necesitamos un día en el que promover la libertad de expresión y demostrar la solidaridad con quien critica o incluso insulta a la religión sin miedo a las represalias. Se considera que debería ser obligación de todas las naciones del mundo salvaguardar el derecho a la disidencia y no alinearse con quienes demandan un respeto irracional a cualquier tipo de creencia. A ver si maduramos un poquito, oiga, que, a veces, parece que vamos 'p'atrás', como los cangrejos.
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