lunes, 9 de marzo de 2009

Cumbre Mundial de Negacionistas


Seguramente se levantó aquel día con el pie izquierdo (lo que, en su caso, sólo puede ser considerado una fatalidad), se dirigió a su gimnasio personal tomando una infusión por el camino y comenzó con la primera de las cuatro tandas diarias de 500 abdominales. En la incorporación nº 438 sintió un pinchazo, pero prosiguió con determinación espartana hasta completar la serie. En la ducha abrió el grifo del agua caliente un poco más de la cuenta y se escaldó la mano. Minutos más tarde, una inesperada arruga en el puño de la camisa le confirmó que ése, efectivamente, no era su día. El desayuno tampoco fue mejor, porque los kiwis estaban demasiado maduros, con muy pocas vitaminas ya. Nada de esto por separado tendría importancia, desde luego, pero a nuestro hombre le pudo la suma de tanta desgracia. Con el singular aplomo que le es propio, cincelado durante su etapa de gran estadista, retornó al dormitorio conyugal donde su esposa acababa de desperezarse, se sentó en el borde de la cama dándole la espalda y, con el tono que sólo un expresidente como él sabe emplear, balbució: ¡No vamos! 

2 comentarios:

  1. ¡Protesto! Napoleón no era negacionista.
    Bueno la verdad es que si hubiera "negado" a Fernando VII nos hubiera ido mejor sin duda ninguna.

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  2. Estimado Miguel: me llamó la atención similitud entre las figuras, sobre todo, en la posición de la mano, delirios de grandeza aparte. La escena de alcoba está inspirada en las intimidades del Bonaparte con su Josefina. Incluso he de confesar que, por un momento, estuve a punto de homenajear a Ibáñez dibujando sobre la melena un periódico a modo de sombrero y un fonil a modo de cornetín colgado del cuello, pero me dio pena.

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