martes, 10 de marzo de 2009

Dios no investiga, el hombre sí


Me los imagino echando espuma por la boca, a los guardianes de la moral -de su moral-, a los centinelas de occidente, a los beatos luchadores contra las malas artes del maligno malo malísimo, a los elegidos de dios -de su dios-. Me los imagino buscando consuelo en sus superiores ("padre, ¿cómo es posible?") y al superior dándolo ("el hombre se ha alejado de dios, hijos míos... devolvámoslo a su vera, con la fuerza si es preciso.").

Esto ya ha ocurrido muchísimas veces con anterioridad, casi siempre acompañando cual sombra a los avances que ayudan a nuestra especie a situarse en el mundo, a ganar su autonomía y a poner las cosas en su sitio sin la intervención de entes pretendidamente superiores. Así, cuando se quisieron realizar las primeras autopsias a cadáveres humanos para aprender de qué estaban hechos nuestros cuerpos, montaron en cólera y encendieron las hogueras. Lo mismo hicieron con aquéllos (con aquéllas, sobre todo) que ejercían unas rudimentales artes curativas muy sospechosas. O con cualquiera que osara poner en duda el dogma impuesto. Pero la curiosidad humana no tiene límites y, en cuanto los hechos observados comenzaron a demostrar fehacientemente que la tierra era redonda, ellos tuvieron que dedicar esfuerzos ímprobos a aplanarla como fuera, a golpe de misales, biblias y encíclicas. El día que las mujeres reivindicaron su derecho al voto, se opusieron con todas sus fuerzas, manteniendo que era un ser inferior al hombre (en muchas de sus estructuras mentales y jerarquías eclesiásticas, lo sigue siendo). Y, aún hoy, no veas cómo se ponen cada vez que una pareja prefiere optar por el divorcio antes que seguir esperando a que la muerte mejore una relación que se ve que va claramente proa al marisco.

El oscarizado Amenábar lo dijo claro una vez. Le preguntaron por lo que pensaba de los que se oponían al matrimonio entre homosexuales. Contestó, poco más o menos, que no importaban, que eran los mismos que hace 100 años les negaban el voto a las mujeres. Lo escuché y sobre la marcha encontré el sosiego que me faltaba: "No importan." Lo dijo sin acritud, ni ira, ni resquemor, ni odio. Lo dijo suave y displicentemente... y yo lo vi claro: "No importan". Los habrá siempre, pero no importan, avanzamos pese a ellos.

Hoy, al igual que hace 50, 100, 500 o mil años, el instinto pirómano arrecia en los enardecidos de la hogueras, porque, esta misma tarde, Obama ha dado licencia para la investigación con células madre en los Estados Unidos de Norteamérica. Y ya veo montado el armagedón por parte de las iglesias todas de un país en el que el más del 60% de la gente piensa que Jesús va a venir a la tierra en esta generación (y esto, por desgracia, no es coña). Pero Obama, como presidente que es, no se ha andado con titubeos y lo ha explicado alto y claro al que no lo quiera entender: "es una decisión tomada sobre la base de los hechos, no de las ideologías". Amén. Avanzamos pese a ellos.


2 comentarios:

  1. Hola Miguelo,
    Me encanta lo que escribes y cómo lo escribes.
    Te seguí de niña-adolescente en los Coquillos y ahora, algo más mayor, madre y trabajadora responsable, leo tu blog y me identifico con muchas cosas. Me gusta que demuestres que nuestra generación también tiene cosas que decir. Enhorabuena.
    Son

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Son. Se hace lo que se puede.

    ResponderEliminar

Se permite la entrada, cómo no, a todas las ideas.
Se prohíbe la entrada, cómo no, a cualquier insulto.