lunes, 23 de marzo de 2009

En un Hawker 800 cualquiera (3)


- "¡Papá!" -el imprecante susurro en el oído derecho le despertó de súbito. "¡Papá! Ya se ha despertado."
Se incorporó guiñando los ojos varias veces y se secó como pudo el vergonzante hilillo de baba que se le salía por la comisura de los labios.
- "Me pediste que te avisara."
- "Claro, hijo, claro. Gracias."

El viejo miraba absorto por la ventanilla, mientras las dimensiones del paisaje aumentaban de forma ostensible: estaban aterrizando.

- "Tengo una sorpresa para tí." -le dijo, poniéndole la mano sobre el hombro.
- "Apuesto a que tiene que ver con mis negocios." -comentó displicentemente, retirando de su hombro, con exquisita suavidad, la extremidad de su invitado.
- "Pues la verdad es que sí." -asintió, compungido, al ver que la sorpresa no lo era tanto. "Ya sabes de qué se trata, ¿no?"
- "Claro que sí, no esperaba menos, pero no me digas nada aquí ni ahora. Me resulta tan vulgar..."
- "Pero es lo que tú querías, ¿no?... y no ha sido fácil, créeme."
- "Para eso he contado contigo, precisamente."
- "Entonces... nuestra amistad... ¿es sólo cosa de intereses?" -preguntó, dolido.
- "¡Claro! ¿Qué te habías pensado?"

En ese preciso instante, nuestro hombre se derrumbó. Literalmente. Un brusco traqueteo de la nave le hizo perder el equilibrio y caer de bruces sobre la moqueta. El avión acababa de tomar tierra. El viejo ni siquiera le tendió la mano. Se incorporó a duras penas, con la única ayuda de su hijo, al que apartó de un manotazo, para dirigirse airadamente a su anfitrión:

- "¿Qué gano yo con todo esto? ¡Díme!"
- "Pues mira. En lo que a mí respecta, puedes seguir diciendo que somos amigos y que nos llevamos divinamente. No te desmentiré."
- "Pero eso no se sostiene. Acabarán dándose cuenta."
- "Es un riesgo que hay que correr, pero tú eres bueno guardando las apariencias. Por la cuenta que te trae."

Con este postrero elogio retumbándole en los oídos, nuestro hombre se condujo cabizbajo y con andar de plomo hacia la salida del avión tras los demás, pero, no bien hubo puesto su pie en la escalerilla, el piloto, haciendo las veces de un improvisado sobrecargo, le espetó:
- "Son diez mil por el viaje. A la comida han sido invitados por los señores. ¿Lo paga
cash o con tarjeta?"

Sintió que se le empañaba la vista.

Nota del autor: Lo dicho, cualquier parecido con la realidad es pura chiripa.




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