Nada en Luis Bárcenas, nada, puede hacernos pensar que sea una mala persona. Viste trajes impecables, camisa a rayas con el cuello bien planchado y corbata perfectamente anudada, calza buenos zapatos, va siempre brillantemente peinado, huele bien, posee un considerable patrimonio y es por tanto insobornable, invierte en arte y luce una correcta sonrisa junto a una mirada limpia, como la Cospedal. Se ve que es un buen tipo. Además, es, desde hace muchos años, el tesorero del partido político con mayor militancia en España. El único partido que sabe cómo sacarnos de la crisis. El partido que mejor sabe cómo manejar los dineros. Tesorero, señores. No íbamos a poner un cargo así en manos de cualquiera.
Como es bien sabido, un rufián no podría hacer nada de lo anterior con naturalidad. Se le vería el plumero de la deshonra a lo lejos. Por eso, Rajoy afirma que no basta con que imputen a Bárcenas para destituirlo. Si la imputación diera paso a alguna condena -Dios no lo quiera, que para eso es de los nuestros-, habría que indagar en qué momento del proceso se produjo el error judicial. Porque sin duda se trataría de un error (conspiraciones aparte, claro). Y también debe de haber algún error cuando un juez viene a decir ahora que Bárcenas dejó sin declarar 1,3 millones de euros a Hacienda. Basta con mirar a los ojos de Bárcenas para saber que él no es capaz de una cosa así. No a sabiendas, desde luego. Su destitución no está contemplada en ningún caso.
Ya lo dijo nuestro añorado Líder Eterno: "El PP y la corrupción son incompatibles." Así que Bárcenas es inocente, porque es buena persona y porque debe imperar la debida presunción de inocencia, pero, sobre todo, porque es uno de los nuestros. Ser del PP es garantía de honradez y pundonor. Los del PP no robamos. No como otros, que, para robar mejor, nos suben los impuestos. Somos honestos y somos los buenos. Eso de entrada.
¡Vaya! Me acabo de acordar de aquello de "OTAN, de entrada, NO"... y mira dónde estamos. Mejor cruzo los dedos...
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