lunes, 22 de junio de 2009

Skid Row


No les he contado que una vez estuve en Hollywood. Rondé en coche las villas de los famosos en Beverly Hills y contemplé en directo una batería de doble bombo que había pertenecido a Keith Moon. Crucé el desierto del Mohave hasta Las Vegas, para acabar viendo, ya en los bajos del Caesars Palace, las maquetas originales de la escena final de Star Wars. Participé en un programa de televisión donde nos entrevistaron -entonces yo era miembro del grupo Frogcircus- para toda la Costa Oeste de los EE.UU. Nos llevaron en limusina al Hollywood Bowl y accedimos hasta el mismo escenario por la entrada reservada a los artistas, siguiendo los pasos de George, John, Paul y Ringo, por nombrar sólo a los más queridos. Por las noches, ya en Long Beach y no muy lejos del Queen Mary, contemplaba dirigibles con anuncios luminosos surcando el cielo lentamente, como en Blade Runner...

Pero el recuerdo de aquel viaje que anoche me asaltó en sueños fue la imagen nocturna, a ras de suelo, de las calles del downtown de Los Angeles, el célebre cúmulo de rascacielos que caracteriza el skyline de esa ciudad y que ustedes pueden reconocer en la fotografía. En muchas superproducciones de cine americano, junglas de cristal incluidas, este corazón financiero de febril actividad empresarial diurna tiene la costumbre de ser objeto del asedio alevoso y nocturno de terroristas de la peor ralea y hasta de extraterrestres a bordo de naves gigantescas, sin duda motivados por la envidia corrosiva, el odio hacia la raza humana y el afán de destruir unos valores de libertad y justicia que ellos, seres aviesos, jamás podrán tener.

En la realidad -es decir, fuera de la ficción-, las calles del downtown (en toda la zona que se conoce como Skid Row) ven como, a partir de las 10 de la noche, sus aceras se cubren de cajas de cartón, apiladas una junto a otra, manzana tras manzana, hasta llegar al kilómetro o más. Y así, calle tras calle. Se dice que dentro de cada caja hay una persona. Se dice que ahí es donde duermen. Hay incluso quien sostiene que en esos escasos dos metros cúbicos es donde habita la mitad más onírica de su onerosa existencia. Con el amanecer, aunque seguramente son miles, estas criaturas de la noche se evaden de forma misteriosa en cuestión de segundos, se escurren hacia las alcantarillas, se disuelven en el éter, desaparecen, no están. Cuando caiga la noche y los yuppies se hayan ido a sus casas, volverán a aparecer. Y así, todos los días.

Si repasan el comienzo de esta entrada, verán que los preciosos recuerdos que atesoro de mi visita a la cuna del sueño americano bien podrían pasar por localizaciones o acciones de un guión de película. Esos impresionantes recuerdos se mantienen muy vivos, pero anoche -qué contrariedad- vine a soñar con el único que no entrará jamás en la lista de las superproducciones. Y no me ha parecido mala idea compartir con ustedes su existencia.


2 comentarios:

  1. Como si lo hubiese vivido yo mismo....es más , es una de las imágenes más nítidas que se me vienen a la memoria cuando recuerdo ese viaje.

    Mariano

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  2. Y para que el viaje no quede relegado al olvido, aquí está el vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=fZSzDaQdvcA
    Un abrazo, Mariano.

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