viernes, 5 de junio de 2009

Los Pirineos


Los Pirineos son una cadena montañosa que delimita geográficamente el engarce de España con el rastro de Europa. Y digo 'rastro' a posta: Cuarenta años de franquismo no se acaban así como así. Hemos pasado más de tres décadas alejados de la extraordinaria placidez que sólo la democracia orgánica puede garantizar, pero su pervivencia en la estructura mental de los españoles, tras una transición nunca consumada, es más que patente. La crisis española, tan distinta ella de la crisis global, como bien sabemos, tiene un origen muy claro a mi entender: la existencia de una casta empresarial nada o muy poco leída -formada, eso sí, en universidades americanas en el mejor de los casos- que ha querido ver en el sector inmobiliario el camino idóneo para el fortalecimiento de sus economías personales o de la economía del país, que para ellos viene a ser lo mismo. 

Alguna pátina europea sí que hemos adquirido y no sería justo dejar de reconocerlo: Felipe González inició una integración económica que José María Aznar culminó con la entrada en el Euro. Pero ambos -y Zapatero también- festejaron alegremente la recepción de ingentes fondos europeos, dedicándolos a infraestructuras como el AVE, sí, pero también elevando la construcción desaforada a los altares más estrambóticos (Seseña, El Pocero, ¿les suena?), liberalizando suelos que hasta ayer eran de todos y favoreciendo la especulación de los blokers de veinte*. Y durante todo ese proceso, más allá de la escolarización obligatoria instaurada por González, la educación en lo cívico ha brillado por su ausencia. De esos polvos estos lodos y, ahora, a repartir ordenadores. Miro los telediarios, aparecen Botín, Moragas, Oreja o Florentino y me parece estar viendo a Paco Martínez Soria o a Tony Leblanc con el timo de la estampita. Para mí, 'Spain' sigue siendo 'different', de eso no me cabe duda.  

El otro día me llamó por teléfono un apremiante broker de bolsa (los blokers de veinte* ya ni resuellan) desde Madrid. Traté de explicarle que yo nunca había invertido en bolsa ni lo pensaba hacer. Aplicó su guión de manual para tratar de convencerme. Cuando le dije que yo sabía vivir con poco y que no necesitaba más dinero para ser feliz que el que gano honradamente con mi trabajo, entró en una suerte de cortocircuito, no supo qué decir y colgó. Yo me quedé pensando si aquel pobre hombre era consciente de lo que está sucediendo en el mundo de un año para acá. Me da que no. Y seguramente, en España hay muchos como él. Tipos que siguen desesperados por amasar fortunas, por ganar más dinero que el que ya tienen, más dinero, dinero, dinero. Individuos desdichados que no saben ver la felicidad en otra cosa (¿en el amor?, ¿en el trabajo bien hecho?, ¿en la belleza?, ¿en la cultura, tal vez?).

No digo que estos moneymakers sean un fenómeno exclusivo de España (en Italia, uno de ellos es su presidente), pero al norte de Los Pirineos llaman menos la atención. Tal vez porque hay más civismo, más democracia, más estado (y menos iglesia, dicho sea de paso). O tal vez porque la casta empresarial sabe también de historia y poesía y no sólo de fútbol. En definitiva, porque las sociedades civilizadas valoran el bien común como garante del bienestar individual. Lo sabemos desde los griegos. Esa idea está ahí dando forma a ese ente abstracto que es Europa. Y parece mentira que, siendo sólo una idea (y no automóviles ni sacas de dinero), no sea capaz de traspasar con naturalidad las cumbres pirenáicas.

Vamos, resumiendo: que tenemos una derecha que pa qué.

*Bloker de veinte: especulador del ladrillo en Canarias, donde el bloque de veinte (cms de ancho) es el elemento rey de la construcción.

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