sábado, 6 de junio de 2009

Escenas Celestiales VIII


Ver, lo que se dice ver, no veía, porque no tenía ojos. Como ahora sólo era alma sin cuerpo ni órganos, lo mismo le sucedía con los demás sentidos. Percibía su entorno vagamente, de la misma forma que se le había aparecido en los sueños durante toda su vida. Casi podría asegurar que estaba durmiendo, salvo porque no encontraba la manera de despertar y con esto nunca había tenido el menor problema, por culpa de su insomnio. Cuando la cosa empezó a alargarse más de la cuenta y notó que no le sobrevenían el hambre ni las ganas de orinar, le dio por pensar que tal vez había muerto y que ese estado de cosas iba a durar toda la eternidad.

De su garganta no, porque no la tenía, pero de algún lado logró engendrar un grito que hizo temblar el éter.

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