viernes, 22 de enero de 2010

Reptiles


Gran parte de nuestros actos tienen su origen en las zonas más profundas del cerebro, aquellas que conformaron en su día el cerebro primigenio o reptiliano y que es el encargado de las funciones más básicas, como los instintos de supervivencia y reproducción. En nuestro caso, la evolución ha venido añadiendo 'capas' hasta componer el cerebro mamífero que administra las emociones. Alrededor de éste último está el neocórtex que es donde opera el raciocinio y que es la parte más 'humana' (por decirlo de alguna manera que no ofenda a los delfines). José Saramago ilustra magistralmente en su 'Ensayo sobre la ceguera' la pasmosa facilidad con la que el raciocinio y las emociones humanas pueden llegar a ceder el paso, en cuestión de segundos, a los instintos que nos hermanan con los reptiles: la supervivencia a toda costa, la territorialidad y el egoísmo más exhacerbado. Todo eso late en nuestro ser más profundo y bastan unas dosis de inseguridad o de miedo para activarlo y verlo encaramarse a nuestro puente de mando. Eso lo saben muy bien los antropólogos, los psicólogos, los sociólogos... y también los políticos.

Nada hay más sencillo que señalar a un supuesto enemigo en épocas de crisis y privación (inmigrantes, gitanos o judíos, tanto da). El raciocinio desaparece de la escena como si nunca hubiera existido y las emociones afectivas hacia los demás van deshaciéndose como la espuma. El odio es la única emoción que se resiste a desaparecer, porque está en contubernio con el egoísmo reptiliano. Y ya está: el supuesto enemigo ha acabado siendo -para nosotros, que ya no somos personas racionales- el enemigo real.

Cuando la situación se vuelve áspera es muy fácil mentir y decir que el problema de Vic es que no cabemos. Legiones enteras te darán la razón frente a toda evidencia. Es lo que tiene el discurso xenófobo -se disfrace como se disfrace-: que apela a lo más profundo de la psique humana, allí donde creemos mantener la pólvora a buen recaudo, a nuestra Santa Bárbara. En tiempos duros, es muy sencillo enardecer a las masas y reclutar nuevos adeptos para ese tipo de causas... y los políticos lo saben. Vaya que si lo saben. Se frotan las manos (igual hasta ganan votos y todo).

1 comentario:

  1. La antesala del fascismo son siempre los tiempos de crisis, en los cuales se aprovecha para culpar al resto. Pasó en España, durante la República y en Alemania, con el auge del III Reich; Hitler accedió al poder gracias al apoyo popular, quedando su partido como segunda fuerza, incluso por encima de los comunistas, con su discurso nacionalista y xenófobo, del orgullo aleman, en tiempos de crisis como fué la Gran Depresión, desde luego su egoísmo reptiliano formaba parte de su planteamiento y su filosofía.

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