Conozco de primera mano el sistema escolar alemán. A diferencia del español, depende bien poco -por no decir que no depende nada- de los sucesivos cambios de gobierno en ese país, ya sean de derechas o de izquierdas. Hay un consenso desde hace décadas en todo lo que respecta a la educación de los niños y jóvenes del país. Se educa en valores cívicos tan importantes como la buena convivencia entre los diferentes, el entendimiento de las normas comunes que nos damos para vivir en sociedad y la empatía y el respeto hacia los demás.
Al comienzo de mi pubertad, en las clases de religión protestante se impartían nociones de educación sexual y mis amigos alemanes aprendían casi todo lo que había que saber sobre métodos anticonceptivos de boca del pastor (y les juro que jamás vi un padre alemán escandalizado por ello; más bien parecían estar conformes). También aprendían a conocerse unos a otros a través de sus diferencias, sueños y anhelos. Aprendían a respetarse y a no hacer distinciones por pertenecer a una determinada clase social. Mientras, los alumnos españoles dedicábamos horas enteras a desentrañar el misterio de la santísima trinidad con la ayuda del cura, cuando ya ustedes saben que es una tarea abocada al más rotundo de los fracasos. Sacar sobresaliente era lo más fácil del mundo, y el currículum se alegraba -y mi abuela no digamos-, pero perdíamos el tiempo tontamente.
Igual resulta aconsejable y no carente de sentido común analizar la forma en la que los alemanes han logrado consolidarse como la primera potencia industrial de Europa después de haber sido derrotados en la II Guerra Mundial. Tal vez en su sistema educativo podamos encontrar algunas claves. Ahora que estamos en vísperas de la enésima reforma de la educación en España, se hace más necesario que nunca un consenso nacional sobre la implantación de una asignatura en los niveles más tempranos que haga referencia a los valores, a la ética... Esto es algo que podría entender y apoyar cualquiera.
O nos quedamos con el misterio de la santísima trinidad, que también tiene su miga, oiga... y que sigan inventando ellos.
El otro día falleció un cura de Telde, que me dió clases en mi juventud, Paco Bello, el cual tenía dos parroquias y alguna denuncia por tener sobre las mismas las banderas gay y de las siete estrellas. En sus clases nos enseñó mucho más de ética, vida sexual, solidaridad, etc, que religión ya que, digamos, aplicaba sus conocimientos a la realidad actual. Nunca lo olvidé; lástima que cuando volví a verle fuera su foto en prensa, a colación de su fallecimiento. Está claro que se hace necesaria una revisión del sistema educativo y la introducción de enseñanzas cívicas, dado que mucho de lo que se ve de delincuencia entre muchos jóvenes (fotos de móviles,agresión a profesores y mayores,droga...)podría paliarse en gran medida,con una reforma a todos los niveles, incluso en lo que a TV se refiere...Lo que habría que analizar es si hay alguien a quien interese más que los jovenes se emboben viendo Gran Hermano, en vez de proporcionarles información interesante.¿Interes económicos? ¿Un pueblo informado es un pueblo peligroso?. Sería otro debate.Salud, hermano.
ResponderEliminaryo estuve de niño en alemania y alli en los colegios profesionales habia maquinas expendedoras de preservativos esto con catorce años, despues mas tarde en edad de la discoteca
ResponderEliminary en los bares tambiem hay dichas maquinas
yo conoci una chica de alli y cuando saliamos una semana ya la madre le autorizo a tomarse la pildora
esto no quiere decir ni mucho menos que la juventud debe de hacer irresponsablemente el sexo
muy al contrario es de responsabilidad que nuestros hijos esten preparados con una buena ensenñanza sexual
que nos ha aportado tanta represion sexual'
este país desgraciadamente aún no ha rebasado el exámen de la transición. 40 años de oscurantismo interesado pesan como una loza y eso la democracia lo resiente. la máxima de conmigo o contra mí todavía ejerce con fuerza y alguna opción partidista la ejecuta arrimando el ascua a su interesada sardina. no han madurado socialmente lo suficiente como para darse cuenta de que el futuro no les pertenece y su intervencionismo acaba en el momento mismo de crear las condiciones objetivas mínimas para las generaciones venideras. así están nuestros políticos derechones como moscas contra el cristal de la historia, repitiéndose por enésima vez en absurdos principios anacrónicos y socialmente reprobables.
ResponderEliminarDe todo lo que Franco nos dejó en herencia, lo que más pesa sociológicamente, a mi entender, es la autarquía, la autosuficiencia, sentirnos la reserva espiritual de occidente, pensar que como en España en ninguna parte, con nuestros toros, con ese orgullo patrio sustentado en el desapego por del resto del mundo, el "que inventen ellos" y el "hablar idiomas... ¿para qué?". Todo esto sigue latiendo en el corazón del españolito de a pie. Cuarenta años dan para adiestrar y adocenar a dos y hasta a tres generaciones. Esperemos que la cuarta, al menos, con la creciente apertura al mundo propiciada por internet, lo haga un poco mejor. Porque lo cierto es que los Pirineos siguen donde estaban.
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