sábado, 16 de enero de 2010

Escenas Celestiales XXXIX


- Llegaron en tromba, Señor. Son miles y miles. Demasiado trabajo para mí solo.
- Me hago cargo. ¿De Haití, vienen?
- De Haití, Señor.
- Hm... (mesándose las barbas) Igual me pasé un poco con la fuerza del terremoto.
- Eso creo, Señor.
- Bueno. Lo hecho, hecho está. Llama a los marines y que te echen una mano.
- No sé si estarán por la labor, Señor. Vienen muy tocados con tantos conflictos bélicos durante sus vidas. Me da que ahora mismo sólo piensan en descansar.
- Claro, tienes razón. ¿Y no hay por aquí algunas almas voluntariosas que puedas reclutar?
- Alguna habrá, Señor. Déjelo en mis manos.
- Perfecto. A ver si de cinco a diez días tenemos todo esto puesto en orden otra vez y regularizamos la afluencia de inmigrantes. La próxima vez prometo no pasarme tanto.
- Se lo agradezco, Señor. ¿Me permite ahora preguntarle por qué ha enviado ese terremoto precisamente a uno de los sitios más pobres y miserables del planeta?
- No.
- Lo que Usted diga, Señor.

*Antes de que nadie se me tire al cuello por abusar de un horrendo y perverso sentido negro del humor, aclaro que esta entrada está inspirada en las sobrehumanas conexiones neuronales del obispo de San Sebastián, Monseñor Munilla, y sus desconcertantes manifestaciones. El lunes que viene le dedico un post de Citas Insuperables a propósito de esto.

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