martes, 12 de enero de 2010

Libertad Religiosa


Vayan poniendo la mesa, que la Ley de Libertad Religiosa ya está lista. Ahora sólo es cuestión de buscar el momento más oportuno para servirla, aquél en el que la basca ande más distraída en sus propios asuntos, no vaya a ser que se nos escandalice más de la cuenta y se nos desmande. Ya adelantan algo de la receta de tan esperado manjar y se sabe que será un plato con espíritu confraternizador: por una parte, obligará a retirar los crucifijos de todos los estamentos públicos -menos cruces y más Juan Carlos-, pero, por otra, dicen, atenderá los gustos y preferencias de todas las religiones y no sólo de la católica, de forma que los hijos de los musulmanes puedan recibir clases de su culto particular. Dudo mucho que esto sea tan sencillo de llevar a cabo como suena. Para empezar, habría que dotar a un enorme número de colegios públicos de nuevos profesores de la más diversa ralea, como curas, imanes, rabinos, popes, gurús, etc., etc. y esto no es factible, ¿verdad? Aún así, llegado el caso, lo importante es la respuesta a la siguiente pregunta que me hago mientras me cuelgo la servilleta y voy empuñando los cubiertos con la boca hecha agua: ¿podrá mi hija recibir clases de ateísmo? ¡Eh, qué pasa! No se me sulfuren. Yo también tengo derecho a que se atiendan mis preferencias. ¿O no?

* En la foto: Carl Sagan con su hijo, mostrando la enorme zozobra que le provoca su condición de ateo.

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