sábado, 30 de enero de 2010

Escenas Celestiales XLI


- ¿Y qué hacen entonces los pudorosos?
- Pues perder el pudor, naturalmente. Y lo más aceleradamente que puedan, si quieren ser felices y alcanzar la plenitud.
- Pero eso debe someterles a cierto estrés.
- Las almas no saben lo que es eso.
- ¿Ah, no? En todo caso, estamos hablando de seres que, en vida, sentían vergüenza de su propia desnudez. No digamos de la de los demás...
- Gente descarriada que ahora deberá conducirse por la senda correcta.
- Muchas religiones abominan de la sexualidad, de la que consideran parte consustancial la desnudez y ahora me vienes con que deberíamos haber vivido en completa desnudez y armonía.
- Exacto.
- ¡Pero si fuiste tú quien dotó de pudor a Adán y a Eva!
- Es lo que se cuenta, sí, pero sólo es cierto en sentido figurado. Pudor de almas. Celo de la propia intimidad. Fueron ellos los que me malinterpretaron y se colgaron aquellas ridículas hojas de parra. ¡Hojas de parra, figúrate!
- No juegues conmigo. Estoy pensando en lo mal que lo deben estar pasando las personas recatadas y tú, en cambio, pareces pasártelo en grande. ¿Y cómo es que las almas tenemos apariencia de cuerpo desnudo? Me parece una broma de muy mal gusto.
- Pues a los que, en vida, anduvieron desnudos cuanto pudieron les parece perfecto. Y los que no lo hicieron se acaban acostumbrando. Además, me parece que así es mejor y no me siento en la obligación de explicarte por qué.
- Pero la moral y las buenas costumbres... la religión... los valores...
- Tch, tch, tch. Boberías. Ya lo dijo Oscar Wilde: "Si las personas hubieran sido creadas para andar sin ropa por el mundo, habrían nacido desnudas."

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