sábado, 24 de octubre de 2009

Escenas celestiales XXVII


- ¡Anda! ¿Y ése?
- Jesús.
- ¡Pero si conserva todo su cuerpo!
- Llegó en cuerpo y alma y así ha de perdurar por siempre.
- ¡Qué chulo! Y nosotros aquí, de simples almas todo el día, sin peso ni consistencia. ¡Qué cutres!
- Pues no te creas. Tiene sus desventajas.
- ¿Ah, sí? ¿Cuáles? Siendo hijo de quien es, no se me ocurren. No pasará hambre, ¿no? Digo, como supongo que tendrá estómago y eso...
- Pues no, hambre no pasa, Dios le provee. Pero tiene que hacer sus necesidades cada cierto tiempo, no sé si me entiendes. Él y María, su madre, que está aquí en el mismo estado físico que Jesús.
- Te entiendo. Pero me imagino que habrá alguna planta de reciclaje o de eliminación de residuos por aquí.
- Fíjate bien en todo lo que te rodea. ¿Ves algo que tenga consistencia física como para reciclar zorullos?
- La verdad es que no. Todo lo que veo es completamente inmaterial.
- Pues tenemos un problema, ¿no crees?
- No será para tanto. Dos personas dando de sí tardarían millones de años en llenar esta inmensidad.
- Tú lo has dicho. Es sólo cuestión de tiempo.

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