martes, 20 de octubre de 2009

El charco que apesta


Sólo la profesión de la fe más recalcitrante puede explicar que ahora mismo no anden los militantes de base del PP subiéndose por las paredes, exigiendo a gritos la regeneración del partido. Se puede enarbolar la presunción de inocencia para marchar campo a través (impasible el ademán, hasta la derrota final), se puede denunciar la persecución de tintes judeomasónicos que lleva a cabo el Doctor Rubalcaba, se puede decir que han sido otros -siempre son otros-, se puede apelar al Santiago y cierra España para que no se aborte nunca más en este sacrosanto país como remedio a todos los males y hasta invocar al Dios de las causas justas, si se quiere, que la ICAR ya se encarga de ponerlo bien cerquita.

Se pueden hacer todavía muchas cosas más, qué duda cabe. El catálogo de tangentes por las que salirse tal vez sea ilimitado, pero, en cuanto se observan con algo de objetividad las cuentas de la trama Gürtel, que ya empiezan a manchar a la 'impoluta' Esperanza Aguirre, es evidente que la nariz de Montserrat Nebrera sufre de veras... y mucho. Por eso se va con viento fresco, diciendo en voz alta lo que todo el mundo sabe, incluso dentro del propio partido, salvo un Rajoy eternamente parapetado en el intenso aroma de los puros. Un aroma que lo embriaga todo, como es bien sabido.

Si lo digo yo, me acusan de rojo y se acabó. Pero lo ha dicho Nebrera: el PP es un charco que apesta. Y el otro con los puros, sin enterarse de nada...

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