lunes, 5 de octubre de 2009

¿Aló, aló?


Debió de haber sucedido en más de una ocasión y en más de una oficina de dirección de algún periódico español de principios de los 90. Una conversación telefónica parecida a ésta:
- Lo de Juan Guerra es una bobería. Fíjate en esto...
- ¡Cagoendiez! Los tenemos contra las cuerdas. Al partido entero. Corrupción generalizada. Estos no repiten ya más en el gobierno.
- Sí. Sus votantes no se lo perdonarán jamás. No toleran la corrupción.
- Serán ingenuos...
- Pues sí, los muy. Y encima tienen memoria.
- Eso sí, cuando gobernemos nosotros, diremos que somos incompatibles con la corrupción.
- Claro, caro. Para marcar distancias.
- Y lo repetiremos hasta que se convierta en un axioma. Entonces tendremos las manos libres.
- ¡Qué jugada!
- Redonda. Y, una vez tengamos el control, ya sabes...
- Pero con cuidado, con discreción. No como esta chusma chapucera.
- Claro, pero tú tranquilo. Nuestras bases no se escandalizarían por un fuera de juego de los nuestros, llegado el caso.
- Tienes razón. Y si tratamos bien el tema, incluso lo aplaudirían.
- ¡Joer, macho! Lo has entendido. Somos un gran partido. Tenemos más militantes que nadie. Y tu apoyo.
- Y el de los nuestros. El futuro es esplendoroso.
- Nos esperan otros 40 años de gobierno.
- Como mínimo. Brindo por eso.

Y vivieron felices y comieron perdices... durante ocho años solamente.
Después llegó Zapatero.

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