domingo, 4 de octubre de 2009

Domingo para no morir



Mercedes Sosa aparecía muy bella y en penumbra -así la recuerdo- en la carátula negra de aquella cinta
cassette que seguramente acabó rota de tanto ponerla. Su voz fue la banda sonora de muchísimos días de infancia y de la particular forma de entender y afrontar la vida de mis seres más queridos. Mucho de lo que hoy soy se configuró entonces, de forma que Mercedes forma parte de mí. Su voz nunca ha dejado de estremecerme.

Tuve el inmenso honor de conocerla en persona hace algo más de diez años y aproveché para agradecerle su existencia. "Su voz forma parte de mis tesoros de niño, señora." - me atreví a decirle, ruborizado. No se me olvida su sonrisa. Me dio las gracias con la mayor de las humildades. Hoy se las reitero yo a ella como mejor puedo. ¡Gracias, Negra!

Un comentario impertinente: En la particular forma de entender y afrontar la vida de mis seres más queridos no entraban, ni por asomo, los dioses. Y no digamos los curas. Pero ustedes no dejen de ir a misa, si lo ven justo y necesario.

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