En la última película de Tarantino, Malditos Bastardos, aparece un joven héroe de guerra nazi (Daniel Brühl) que se siente atraído por la protagonista, única superviviente del acribillamiento a ciegas de toda su familia. El chico, un francotirador que se ha cargado él solito a más de medio millar de soldados aliados, se muestra incómodo ante la visión de sus propias hazañas en el cine. Apunta maneras corteses y sensibles. No parece tener alma de guerrero. Se le ve enamorado, como si la guerra no fuera con él. Flirtea con la chica. Ella -que obviamente lo detesta- lo rechaza una y otra vez. El muchacho llega a darnos pena, pero, cuando casi hemos olvidado que es nazi, un último rechazo de ella hace que se quite la careta y revele su verdadero instinto depredador. Mata a la chica. Nunca había dejado de ser un militar. Es más: nunca había dejado de ser un cabronazo nazi, sólo que hasta ahora lo disimulaba muy bien.
Fuera de la película de Tarantino, Micheletti aparecía pulcro en las fotos, con la camisa blanca muy bien almidonada y con trajes impecables. Su pelambrera blanca le confería el aspecto de un afable y experimentado presidente democrático. Una a una, aguantaba las manifestaciones de rechazo del pueblo hondureño, sabedor de que, más tarde o más temprano, acabaría siendo aceptado (cosas de tener la sartén por el mango y dejar que el tiempo pase). Hasta que, sin previo aviso, sus planes se ven truncados con la llegada de su rival Zelaya a la capital del país. El rechazo de la población se vuelve ya insoportable. Micheletti se quita la careta. Acaba con la libertad de prensa, gasea la embajada brasileña, lanza un ultimátum a Lula y amenaza con tomar medidas drásticas. Está fuera de sí.
En la película de Tarantino, Brad Pitt comanda un grupo de outsiders encargado de sembrar el terror entre los nazis, arrancándoles las cabelleras y reventando sus cabezas con bates de béisbol. A los poquitos nazis que dejan escapar les graban la esvástica en la frente con un cuchillo de monte.
Fuera de la película de Tarantino, el mundo libre suspira por la aparición de un batallón parecido, pero muchísimo más civilizado, claro, que mande a Micheletti a las Quimbambas y devuelva la democracia al pueblo hondureño. No hace falta reventar cabezas ni grabar cruces en las frentes. Ni, por supuesto, arrancar cabelleras. Tan sólo imponer las normas del juego democrático más elemental, antes de que sea tarde. ¿Qué tal los Cascos Azules de la ONU? A todos nos caen bastante simpáticos. Casi tanto como Brad Pitt.
Interesante aportación de un lector del El País.
ResponderEliminarLa Constitución de Honduras, en su artículo 239, dispone el cese del presidente si este, por el medio que sea, intenta la propia reelección.
"El ciudadano que haya desempeñado la titularidad del Poder Ejecutivo no podrá ser Presidente o Designado. El que quebrante esta disposición o proponga su reforma, así como aquellos que lo apoyen directa o indirectamente, cesarán de inmediato en el desempeño de sus respectivos cargos, y quedarán inhabilitados por 10 años para el ejercicio de toda función pública".
Así que el cese de un presidente se hace, según la Constitución de Honduras, por parte de los militares, a punta de bayoneta, en mitad de la noche, sin taquígrafos y con el presidente en pijama. ¿Me puede indicar el artículo constitucional que recoge esta curiosa forma de proceder?
ResponderEliminarY, por favor, no mienta, Zelaya no iba a poder ser reelegido en las próximas elecciones, ya que habría agotado para entonces su segundo mandato. Cualquier cambio de la Constitución en ese sentido (que es lo que se quería preguntar, para que el pueblo decidiera, ya ve usted cosa tan poco democrática...) no le habría permitido repetir mandato en ningún caso. Eso es una falacia, muy extendida, por cierto, entre los incautos lectores de El País.
Estoy de acuerdo contigo en lo fundamental, Miguelo, pero lo publicado por Alberto me hace meditar sobre cómo tendemos a opinar de temas de los que no tenemos todos los datos... ¿quién conocía este artículo de la Constitución hondureña? O, más allá, ¿quién conocía la Constitución hondureña?
ResponderEliminarDirás que para condenar un golpe de estado no hace falta conocer esas menudencias, que un golpe de estado es un golpe de estado, aquí y en Pekín, eso está claro. Pero debemos confesar que hay matices y detalles que se nos escapan. ¿Por qué este, hasta ahora, miembro de la oligarquía de su país, se propone defender la soberanía hondureña? ¿qué revelación le ha hecho girar su cabeza y preocuparse por su pueblo? Como no creo en las conversiones repentinas, insisto en intentar obtener respuestas...
Normalmente, nos limitamos a leer y consultar los medios que nos hablan en nuestro "propio" lenguaje... Leemos El País, Público, siete u ocho blogs de opinión que sintonizan con nuestras preferencias ideológicas, pero... ¿obtenemos "the whole picture"?
Por cierto, y no es una pregunta irónica, ¿la intención de Zelaya al modificar la Constitución no era su propia reelección?
My two cents! Un abrazo!
Para Al: La Constitución Hondureña proviene de la dictadura que la conformó y contiene artículos impagables que impiden cualquier modificación en la misma, lo que ya de por sí resulta cuestionable desde un punto de vista democrático. Zelaya ha querido luchar contra la pobreza de su país desde los preceptos del neoliberalismo, según sus propias palabras, pero sus coetáneos de clase (la oligarquía, como vd. bien dice) no han querido soltar prenda. La única ayuda que le ha sido ofrecida para ese fin proviene de los países del ALBA (Venezuela, Cuba, etc.). No ha habido conversión alguna, ni es un iluminado. El País es en esto muy poco objetivo y, más que hacer periodismo, hace propaganda.
ResponderEliminarPor otra parte, insisto, Zelaya no iba a poder ser reelegido en los próximos comicios, incluso aunque el pueblo hondureño así lo quisiera y votara a favor de cambiar la Constitución. En todo caso, hubiera podido ser elegido para un tercer mandato, en los siguientes comicios.
Si está realmente interesado en obtener 'whole pictures' de las cosas, le recomiendo (entre otros muchos, por supuesto) el sitio web 'Diseccionando a El País'. Puede serle de utilidad. http://blogs.tercerainformacion.es/diseccionandoelpais/