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En el preciso instante en que Micheletti hacía mofa de Zelaya, situándolo -quizás repantingado sobre un sofá de piel- en la suite de un lujoso hotel de Managua, no podía siquiera sospechar que el presidente legítimo de Honduras se hallaba en realidad a tan sólo kilómetro y medio del Congreso Nacional de Tegucigalpa o, lo que viene a ser lo mismo, en sus mismísimas narices. El tercer intento de Zelaya por llegar al corazón de su país ha tenido éxito y en estos momentos se encuentra en la embajada de Brasil, jaleado por una multitud que ha hecho caso omiso del toque de queda decretado por el impresentable Micheletti. Los vuelos a Honduras han sido cancelados y su espacio aéreo cerrado, para impedir, entre otras cosas, la presencia de los numerosos medios de información extranjeros que ya se dirigían a cubrir la noticia. Pero ya es tarde. Zelaya está en Honduras y los hondureños lo saben. Es más, todos lo sabemos. Brasil le ha prestado su apoyo diplomático, pero sigue siendo un misterio cómo ha llegado hasta allí, porque se sabe que se ha desplazado en avión. ¿Dónde aterrizó? ¿En una pista secreta? ¿En una base norteamericana? Es de sentido común pensar que, si Zelaya está donde está, es porque Obama, finalmente, también le ha apoyado. Obama 1 - Pentágono 0. Se trata de un verdadero Caballo de Troya que viene a poner las cosas de nuevo en su sitio: a Zelaya en la presidencia democrática y al pueblo que lo eligió mayoritariamente, en el poder. Un buen motivo de alegría para todos. A los golpistas les queda poco tiempo en la poltrona.
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