El Vaticano tardó 350 años en pedir perdón a Galileo, pero ha tardado bastante menos, apenas dos días, en salir a la arena a defenderse de los leones que se han conjurado para merendarse a su religión. L'Osservatore Romano denuncia un contubernio mundial en contra de la iglesia católica: "como si fuese la única responsable de los abusos sexuales, lo que no se corresponde con la realidad". ¡Páralo, Paul! Yo no he leído ningún artículo de opinión o titular tendencioso que pretenda adjudicar a la iglesia romana la exclusividad de los abusos sexuales, así que la cita es, cuando menos, desafortunada, porque, dentro de su intencionalidad exculpatoria, reconoce de hecho parte de responsabilidad en el desastre.
Pero también señala el diario del Vaticano que los criterios de Benedicto XVI para afrontar los casos de sacerdotes pederastas son "transparencia, firmeza y severidad". Y eso sí que no. Aquí ya no cabe hablar de falta de fortuna en la expresión, sino de mentira pura y dura. Quien haya visto el documental que les enlazaba ayer, en este mismo blog, sabe que las directrices de Ratzinger nunca han sido ésas, porque es el mismísimo autor del 'Crimen Sollicitationis', un conjunto de procedimientos a seguir para el encubrimiento de curas pederastas. Nada menos que las normas vaticanas que han venido marcando el silencio de la iglesia durante los últimos años respecto a esta aberración.
Podrán argumentar que -además de cansino y pesado con el tema- estoy siendo demagógico, porque hablo como si la iglesia fuese la única responsable de la mentira en el mundo, lo que no se corresponde con la realidad. Yo no digo que sea la única en mentir, pero sí digo que miente. Y que encubre los abusos sexuales, también. Que eso ocurra en el ala norte del penal de Sing-Sing podría ser comprensible. Pero que ocurra en el seno de la iglesia, no. Y que la Justicia no intervenga raya en lo esotérico. Está tardando en dimitir, el Benedicto.
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