miércoles, 17 de marzo de 2010

30 o 300 años son lo mismo


Yo pensaba que treinta años de democracia servirían para situar a España en Europa con todas las de la ley, pero no. Cuarenta años de franquismo pesan mucho. Sociológicamente seguimos viviendo en un franquismo estructural. Esto se puede constatar en varios aspectos compartidos por las derechas y las izquierdas. El machismo es uno de ellos y en nuestro país persiste con mayor fuerza de lo que cabría esperar (las mujeres cobran un 26% menos de sueldo que los hombres por el mismo trabajo). La autarquía -no querer saber demasiado de otros países o de sus idiomas- es otro aspecto muy doloroso (he visto a jóvenes enorgullecerse de no saber hablar inglés). El miedo a la 'disgregación' de España en un estado federal está tan vivo hoy como en 1980. Perdura el vasallaje que hace que el español no se sienta ciudadano y sí súbdito, desentendiéndose de su participación en política ("haga como yo, no se meta en política"). El desproporcionado peso de la Iglesia Católica no creo que haya ni que nombrarlo. Y luego está la picaresca (que encumbra a un Mario Conde o a un Camps o a un Correa o a un Roldán a los ojos de según qué españoles), tan oriunda y nuestra como el simpático Lazarillo de Tormes.

Es posible que Arturo Pérez Reverte tenga algo de razón cuando dice que no podemos culpar a Franco de los males que, pareciéndonos actuales, son en realidad congénitos de la sociedad española y arrancan de siglos atrás. Sostiene Arturo que la memoria histórica no debe circunscribirse a la Guerra Civil, sino que hay que remontarla, al menos, tres siglos en el tiempo, para ser justos y equilibrar la balanza. El golpe de estado de Franco es para Arturo una asonada más de las tantas acaecidas en España en 300 años. Según él, todas ellas se deben, en rigor, a que el "español es un hijo de puta", como si nuestra esencia o nuestra personalidad nos fueran conferidas en el momento de estampar nuestro nombre en el certificado de nacimiento. Según esta curiosa tesis, Franco puede que fuera un hijo de puta, pero, ¿qué español no lo es en el fondo? (Aquí se podría contestar: de entrada, el que no es machista, aquel que intenta abrirse al mundo para aprender y abomina de la picaresca o, simplemente, aquel que no da golpes de estado).

Suerte que tuvo Hitler de no ser español. Naciendo oportunamente en Austria, se salvó de ser un hijo de puta.

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