lunes, 6 de abril de 2009

Inculcar valores


Funcionamos con esquemas mentales adquiridos mayormente en nuestra infancia. Operan agazapados en nuestro subconsciente y nos son ajenos por completo hasta que nos ponemos a indagar a través del psicoanálisis, por ejemplo. Pueden parecer actores fuera de escena que no intervienen en la acción, pero, en realidad, estos payasos y trapecistas del circo que fue nuestra niñez nos condicionan mucho más que todo lo que aprendemos después, mientras nos hacemos adultos con el día a día. Así, pongamos por caso, la ideología que adoptamos -sea cual sea- está más ligada a los afectos, emociones y querencias que a las propias ideas que supuestamente la conforman y estructuran.

El denostado 'buenismo' de Zapatero, el optimismo antropológico de Russell, la simpatía por el débil, el rechazo hacia el abusador y el prepotente, la competición sana sin poner zancadillas a los demás... todo eso me acompañaba ya en mi época de colegial, mucho antes de que supiera darme cuenta, porque era lo justo. Lo recuerdo perfectamente. Recuerdo muy bien, además, cómo algunos de mis compañeros de clase se decantaban por todo lo contrario, por reírse del más débil, por exhibir un constante desprecio hacia los que, según ellos, no les llegaban a la suela de los zapatos. La diferencia como coartada para la injusticia. La actitud y el esquema mental del señorito, sociópatas aparte, claro.

Creo que fue el Beatle George Harrison quien dijo que la ideología política de una persona depende sobre todo de su sensibilidad. Comparto esa opinión, matizando que esa sensibilidad iría dirigida especialmente hacia los demás -empatía, que le dicen- y hacia lo que es justo. Y esto último no desde un punto de vista subjetivo sino lo más común y extensivo posible. Esta sensibilidad puede -y debe, en mi opinión- ser incentivada desde la etapa escolar. En los sistemas lectivos europeos, esto se encauza a través de asignaturas como Educación para la Ciudadanía. Es una verdadera lástima, pero muy ilustrativo, el hecho de que esta asignatura provoque el más furibundo de los rechazos en nuestra singular derecha nacional. ¡Qué le vamos a hacer! Al fin y al cabo, Spain is different.

Y viene todo esto a cuento, porque hay padres que, con la boca llena de valores, inculcan a sus hijos cierto sentido de superioridad, de valer más que el otro y de pertenecer a una élite, a veces sólo por el mero hecho de tener más dinero. Y yo acabo de conocer, en palabras de Antonio Machado y gracias al blog de Rafael Reig, la máxima que siempre he seguido sin saberlo, porque nadie me la dió a leer en su día: "por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre"

Añade Reig: "Nadie se merece más que otro. A lo mejor este igualitarismo estalinista elimina el sagrado impulso a hacer grandes obras y a superarse: ¿para qué, si vas a ganar lo mismo aunque no hagas nada? Pues si es así: mejor. Si todo el estímulo para hacer algo importante era recibir más ración que los demás, ponerse por encima del resto, entonces me parece inmoral y no vale la pena."
Amén.


1 comentario:

  1. Me identifico totalmente con este post. Lo de inculcar valores a los hijos es algo fundamental a realizar, sobre todo en estos tiempos que corren, en los cuales no sabes lo que puedes encontrar por ahí. Pero es lo que queda al final. Yo de mis padres, lo que me queda en el subconsciente, son los valores. Muy importante

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