Tenía editado el post para hoy desde la tarde de ayer, pero él solito decidió hacer causa común con el Bayern de Múnich y se ha retirado a sus cuarteles de invierno, al menos hasta mañana. Me dice que prefiere ceder por unas horas su espacio en este blog a mayor gloria del FC Barcelona que lo está bordando a base de bien. Y quién soy yo para contradecir -y menos aún contrariar- a todo un señor post. Sea, pues.
Jamás pensé que le dedicaría espacio en este blog al fútbol. Si acaso, con ocasión de un hipotético ascenso a primera de la UD Las Palmas, todo lo más. Pero es que lo de anoche fueron 45 minutos de puro espectáculo adrenalítico. Un Barça imperial domesticó a su oponente en su primera cita, con un juego brillante y en sólo medio tiempo de juego. No es que yo entienda mucho de fútbol, pero tampoco me hace falta para constatar que jugaron como una máquina perfectamente sincronizada. Hacen una piña tan compacta, se desviven tanto por tener el control total del balón y del partido en todo momento, se rompen tanto los cuernos en el césped, se les ve tan motivados... que más que un club parecen una selección. Disfruté como un enano de un encuentro de ésos que crean afición. Siento envidia de los culés y siento envidia de los 'furboleros' hasta la médula, porque, hoy, suyo es el reino de los cielos. Enhorabuena y que no decaiga.
Pensándolo bien, sigo sin dedicarle espacio en mi blog al deporte rey de este país. Porque lo de ayer del Barça no fue fútbol. Fue 'futebol' (pronúnciese fuchibol). Otra cosa.
FOTO: MATTHIAS SCHRADER - AP
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