jueves, 16 de abril de 2009

Escenas celestiales I


- Qué paz se respira aquí, ¿no?
- Sí.
- Me siento muy bien. Bueno, en realidad, mejor que bien. Me siento feliz. Muy feliz. ¡Coño, es la felicidad plena! O sea, que era cierto.
- Sí. Y a ti se te nota que acabas de llegar.
- Pues sí, mira. Una curva mal cogida y un precipicio con el que no contaba.
- Lo suponía. Ya puedes soltar el volante.
- Gracias. ¿Lo dejo aquí mismo?
- Donde tú quieras.
- Quiero ver a mis seres queridos.
- Aquí los tienes.
Se suceden los abrazos y parabienes, pero no así las lágrimas de felicidad.
- Es extraño. Llevaba toda mi vida esperando este momento. Ahora estoy por fin con ellos, pero no me siento más feliz.
- Claro que no. Estás en estado de felicidad plena y eterna, no hay altibajos, no se puede ser más feliz. Ni tampoco menos.
- ¡Ay, es verdad! Qué tonto.
Se sucede un silencio en el que todos se sonríen como si estuvieran 'fumaos'. El novato lo rompe:
- Pues qué bien, ¿no?
Todos le miran manteniendo la sonrisa. Asienten suavemente con la cabeza y en beatífico silencio.
- Y esto es así para siempre, ¿no? Por toda la eternidad...
De nuevo, todos le miran manteniendo la sonrisa y asintiendo suavemente con la cabeza.
- Pues que bien... - repite el novato para sí en una especie de murmullo, absolutamente feliz.


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