Me llama poderosamente la atención la gran similitud entre el caso 'Trillo-Yak 42' y el recientísimo affaire de las grabaciones de José Manuel Soria, vicepresidente y consejero de hacienda del gobierno canario. En ambos casos, qué casualidad, la cadena de mando acaba justo en los pies de los mentados, sin ni siquiera rozarles las suelas. Trillo dice que no supo nunca que había cadáveres sin identificar, que a él no le miremos. El condenado general (literal y figuradamente, a la luz de la sentencia que aún no es firme) osó proceder delictivamente sin decirle nada al entonces ministro y el ministro confió en que el general había hecho bien su trabajo. Tanto, que ni pensó en indagar para cerciorarse. Si es que no se puede ser tan buena gente...
En el caso de Soria, la grabación fue, al parecer, realizada sin su conocimiento, por pura iniciativa de un subalterno precavido que velaba con encomiable celo por la buena salud política de su superior. Tal vez, a continuación, Soria se haya solazado haciendo bricolage con el documento sonoro, pero eso es cosa que no viene al caso (¿o sí?).
No creo que la similitud obedezca exclusivamente al azar. El manual no escrito del PP viene a decir: Negarás siempre las culpas que te quieran endilgar y, sobre todo, jamás de los jamases dimitirás. La estructura de un partido político marcialmente jerarquizado e incompatible con la corrupción tiene estas cosas. Que, si tienes el peso político suficiente y necesario en la estructura de la organización, siempre quedas por encima del bien y del mal o, de lo contrario, no se cumpliría la máxima de la incompatibilidad, claro.
Por otra parte, debe de ser fantástico poder manejarse uno con total seguridad por este proceloso mundo, cual piloto de hovercraft, sobre el mullido colchón de los subalternos devenidos en auténtica guardia de corps, siempre dispuestos a llevar a cabo las acciones necesarias -incluso las delictivas, si fuera preciso- a mayor gloria del admirado jefe. De un jefe, eso sí, que nunca dirá que iba al timón en caso de accidente. Lo que, por otra parte y bien mirado, es aún peor. Si yo fuera subalterno suyo (del ex ministro o del vicepresidente, lo mismo da), sentiría asco.
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