Es una verdadera lástima que el Congreso haya decidido delimitar el ámbito de acción universal de la Audiencia Nacional. Bien es cierto que España no debe pretender constituirse en el gendarme del mundo. Y, desde luego, tampoco parece procedente estar constantemente abriendo frentes judiciales que puedan comprometer las relaciones diplomáticas con otros países, máxime teniendo además tantas cosas que arreglar en éste.
Pero lo cierto es que mucha gente, sin esperanzas de ver hacerse justicia en sus países, ha venido hasta ahora recibiendo de muy buen grado algunas iniciativas tomadas por la Audiencia Nacional (es el caso de la orden de arresto de Pinochet, por citar el caso más sonado).
Yo, qué quieren que les diga, me sentía orgulloso de pertenecer a un estado capaz de anteponer el concepto de Justicia Universal a las relaciones diplomáticas coyunturales. Y siempre pensé que la cosa sería al revés: que otros países acabarían siguiendo el ejemplo español y que los violadores de los Derechos Humanos se encontrarían cada día más acorralados en sus madrigueras, observándonos desde el resentimiento y la indefensión con la más profunda de las antipatías. Ya veo que no. Y lo que me resulta particularmente hiriente es que la propuesta, aprobada con los votos del PP, proceda del PSOE.
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