“Esto es lo que habéis sembrado”, advirtió aludiendo a Zapatero, y es que “ni hay estado ni queda nación” y “los separatistas campan por sus respetos”.
De ninguna de las maneras iba a desaprovechar Federico Jiménez Losantos la gigantesca pitada al rey y al himno español en la Final de Copa para rasgarse las vestiduras, en solidaria emulación de lo que él entiende sucede con España, que se rompe por todos lados.
Yo ya te digo que te quedes tranquilo, que a Federico es difícil que le dé un infarto por este motivo u otro similar. Él se encoleriza para que tú te encolerices, porque vive de encolerizar. O, por lo menos, gracias a eso, su hijo estudia en universidades extranjeras (dicho por él mismo). A él, la cólera de verdad le sobreviene si le tienen a menos o si le toca ser la víctima de un despido de ésos que apuntalan la flexibilidad laboral del libre mercado que tanto alaba. Cuando los motivos que intervienen son otros, finge que se pone hecho un basilisco y que las cosas le importan, porque es un demagogo (muy listo) y un gran manipulador dialéctico. Lo tengo calado desde hace ya muchos años. Concretamente, desde el día en que, en las tertulias a dos bandas que mantenía con Martín Prieto por las mañanas en televisión (creo que en Telecinco), me quedé atónito al oir cómo decía: "no pretenderás atribuir sólo a la izquierda el sentimiento de solidaridad hacia los demás, ¿verdad?"
Créanme, lo dijo mirando a Prieto fijamente a los ojos y sin pestañear, con la sonrisa maquiavélica de quien se sabe ya ganador de la partida aunque resten tres jugadas. Pim, pam, pum. Esto no te lo esperabas. Directo a la línea de flotación. Martín Prieto se quedó noqueado, sin saber qué responder al contrincante que acababa de propinarle un golpe bajo en los kiwis, enviándole contra las cuerdas. Porque, segundos antes, Federico estaba al borde del K.O. Ahora era un tipo que reventaba la discusión rebautizando la empatía como estandarte de la derecha y estableciendo que la solidaridad no es patrimonio exclusivo de la izquierda. Yo me quedé como Martín Prieto. No estaba preparado para algo así. Creo que, sin quererlo, fui testigo del aterrizaje de la estrategia neocon en España. Ésa que no titubea a la hora de apropiarse de los símbolos y discursos del oponente, con tal de desarmarle como sea. Sin complejos.
El caso es que yo vi a un periodista muy sagaz tergiversar la realidad con un descaro abismal, sólo igualable en dimensiones a la portentosa capacidad dialéctica que acababa de exhibir. Capacidad dialéctica + tergiversación + cinismo a raudales + dotes de intérprete sobreactuado. Todo eso en un remolino servido en frío, durante los atascos a ser posible, por vía estereofónica o monoaural y directo al cerebro límbico. Eso es Federico. Que lo sepan los que lo encumbran como un salvador de las esencias patrias, para que luego no se llamen a engaño si se larga con los dineros a Ginebra.
España no se rompe. Y él lo sabe. Todos lo sabemos. Es sólo estrategia. Estrategia neocon.
Tú tranquilo.
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