jueves, 28 de mayo de 2009

La humildad de Guardiola


En días como éste, no me digan que no, se echa en falta la visión de Eduardo Galeano o, mejor aún, la certera capacidad de disección sociológica que sin duda habría empleado Manuel Vázquez Montalbán para dar cuenta de lo ocurrido esta noche en Roma. Porque la victoria del Barcelona -y el consiguiente triplete- hay que situarla en su merecida dimensión y yo estoy muy muy lejos de rozar siquiera una mica la sabiduría futbolística de estos dos escritores y analistas de la realidad cuando incluyen la clave balompédica. Aún así, voy a atreverme a decir que se me antoja que lo que ha triunfado hace apenas unas horas en la capital italiana es la constancia, el trabajo disciplinado, el amor por lo que se hace, la voluntad de ser una piña por encima de los egos y, sobre todo, la humildad. Porque son tus acciones las que hablan por ti. La grandeza no te pertenece por designio divino -o mediático-, la construyes día a día. No se gana con el nombre, ni con el color del uniforme, se gana con los hechos. Trabajo, trabajo, trabajo. Actitud Guardiola, que le llamo. 

Frente a eso, la prepotencia, el elitismo centralista, la superioridad de los elegidos por los dioses, la charlatanería de los engrandecidos desde la cuna. Siguiendo estos preceptos, se puede llegar a ser tan fantasma como para presumir de que se sabe cómo salir de la crisis, cuando en realidad no se tiene ni pajolera idea de cómo arreglarse el propio bigote.

Tengo el pálpito de que esa actitud con reminiscencias de imperio venido a menos es la que anoche, mientras ardía Roma, se revolvía presa de rabia entre ascuas, con un estruendoso rechinar de dientes. Se siente.

A veces, en una de esas raras ocasiones en las que la vida parece que quisiera ser justa, las palabras por sí mismas se revelan como la realidad hueca que son. Tan hueca, que lo que debía ser un chorreo hacia el otro desemboca irremisiblemente en chorreo contravenido. Porque ha triunfado la humildad. Enhorabuena a todos.

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