Ahora que la última organización terrorista armada que quedaba viva en Europa ha echado el cierre, es el momento de ir a por otras muchas organizaciones violentas que perduran y que, si bien no hacen el uso tradicional de las armas de fuego, sí que emplean el terror, la extorsión, el chantaje y la coacción sin que ostenten representación popular alguna (nadie les ha dado el voto para que hagan y deshagan a su antojo las vidas de las personas, que eso y no otra cosa es lo que hacen). Su simple presencia supone en muchos casos el desplazamiento forzado de familias enteras a otros países en busca de una paz que se les niega. Estos criminales nos dictan las políticas a seguir y nos mantienen sojuzgados a gobiernos y pueblos enteros que, temerosos, transigimos y obedecemos las caprichosas órdenes que emanan de su círculo, aunque muchas de ellas atenten directamente contra los principales artículos de nuestras Constituciones, sobre todo contra aquellos que hablan de la soberanía del pueblo, del derecho a un trabajo, a una vivienda o a una vida digna...
Sea como sea, la lucha antiterrorista debe continuar (mira tú por dónde, en eso estoy de acuerdo con Mayor Oreja, quién me lo iba a decir). Hasta las últimas consecuencias que no serán otras que el imperio inapelable de los Derechos Humanos en todo el planeta.
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