sábado, 29 de octubre de 2011

Escenas Celestiales CXXXIII


Pues allí había mesas repletas con la mejor comida y la mejor bebida; camas a tutiplén con sábanas de raso, seda y teciopelo; museos con lo mejor y más granado del quehacer humano; carreteras por las que acelerar hasta romper los motores; puestas de sol inenarrables en playas también inenarrables... y hasta baños con su inodoro y todo.

Porque hay cristianos ortodoxos que piensan que el Cielo, sin duda, es la continuación de lo mejor de la vida, pero amplificado y con el aliciente añadido de ser eterno. Y, claro, también hay quien encuentra que cagar es uno más de los grandes placeres de la existencia humana.

No cabe duda de que, como Cielo, supera con creces la versión católica de arpas y nubes, pero habrá que ver si todo el mundo en ese lugar está de acuerdo en que es divino oler día tras día -y eternamente, no lo olvidemos- los efluvios de los placeres de los demás. Por no hablar del propio pastor ortodoxo fustrado que me ha contado todo esto, para quien otro de los grandes placeres de la vida es la pornografía.

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