Hay un no se qué de hace como 40 años en la foto con brillo imperial que se ha marcado la oficina de prensa del PP. Y no sé si es el impasible ademán de toda esa plana mayor, prietas las filas, que parece haber sido inmortalizada con una explosión de polvo de magnesio, o si lo que me retrotrae a la etapa albanesa de España -como muy acertadamente la bautizó un querido amigo hace ya tiempo- son esos plafones ("Empieza el cambio" - pone en ellos) colocados delante y a los lados, como las publicidades del Cola-Cao ante los jugadores al comienzo de aquellos partidos en blanco y negro. No me cabe la menor duda de que habrá sido el fruto de un arduo y concienzudo proceso de selección, pero el caso es que a esta foto que no transmite nada le falta vida y desprende un inquietante halo de posado arcaico, como de familia Alcántara. Y uno se pregunta sobre el cambio del que alardean en los plafones, más aún cuando se entra en detalles aparentemente nimios como el corte del vestido prenatal de Soraya Sáenz de Santamaría: lo llaman cambio cuando quieren decir regresión.
Ojalá la regresión implicara al menos que el cielo de Madrid volviera a estar limpio como en los 70, porque esa boina de contaminación que luce en todo su coloshal eshplendor es lo único que permite constatar que la foto es actual. Pero me da a mí que no. Eso sería demasiado cambio y además parecen estar todos muy contentos con la mierda que hay.
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