Se está cubriendo de gloria la antidisturbios valenciana. Y los que la mandan a pegar porrazos a menores de edad ya ni te digo. Que un machote uniformado tenga el impulso de arrearle con saña a una universitaria que está tendida en el piso -y no se corte lo más mínimo en llevar a cabo tal vileza- es cualquier cosa menos orden o civilización.
Andrea Pérez, que así se llama la víctima de este episodio de represión ciega, es una universitaria en segundo año de magisterio que quiso solidarizarse con los estudiantes del IES Luis Vives. Muchos más como ella han acabado con heridas de diversa consideración. "No somos delincuentes los que salimos a las calles, somos estudiantes, padres, madres, profesores, personas preocupadas por nuestro futuro". Por eso, ante la "degradación de la educación pública", Andrea tiene su receta: "No tenemos que rendirnos".
Seis grapas para cerrar una brecha de siete centímetros en lo alto del cráneo, un policía que no sé cómo estará durmiendo por las noches, unos compañeros de trabajo que da gusto verlos y un hedor de fondo que nos recuerda a las cloacas de tiempos grises que nunca iban a volver. Lo que no se gasta en Educación se destina a represión. Bienvenidos al futuro.