Y, si nos ponemos mecanocuánticos, también cabe la posibilidad de que el Cielo sea un espacio unidimensional. Un tubo de longitud infinita del que el famoso túnel de luz fuera sólo la amplia entrada. Puede ser que aquello se vaya estrechando luego, conforme las almas van adaptándose a su menguante interior. Llegaría un momento en el que desaparecerían conceptos como alto o ancho y sólo habría delante y detrás. Tal vez la Eternidad sea avanzar -o permanecer quieto- en fila india, percibiendo sólo al alma que tienes delante y a la que va detrás tuya. ¿Por qué no? Aunque pueda parecer claustrofóbico, no tiene por qué serlo. La claustrofobia surge de la dimensionalidad de nuestros cuerpos. Si no hay dimensionalidad en nuestro estado de almas, acabaremos circulando por esa especie de espagueti eterno sin ningún problema anímico. Es más que probable que nuestros pensamientos abandonen entonces cualquier interpretación volumétrica de la realidad, para pasar a recrearla en un único punto. Desaparecerán los recuerdos, tal como los conocemos y sólo quedarán preservadas las ideas capaces de ser condensadas en un puntito de nada. Y ya está. ¿Suena aburrido? Como alternativa siempre estará la estupendísima e inigualable contemplación de la Gloria Divina, que igual consistirá en un simple punto de color cambiante que a veces se interpone entre tú y el alma que tienes delante. ¡Guau! Éxtasis total.
A Javier Ortiz, algún tiempo después
Hace 1 año
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