lunes, 30 de agosto de 2010

Crónicas de Berlín IV


Es una escena que a cualquier español le resultará sin duda de lo más familiar: Una congregación de gentes de diversa condición bajo un mismo techo, participando en una celebración singular. Delante están los niños, que son los protagonistas, y luego están los padres, hermanos, abuelos, tíos, amistades, etc. Algunos se han desplazado desde ciudades lejanas, rascándose el bolsillo, para no faltar al acontecimiento. Todos van bien vestidos, acaso con sus mejores galas, porque es un día grande, uno de los días más importantes -si no el que más- de la vida de esos niños. Un momento muy especial que llega finalmente, después de una larga espera, y lo hace engalanado de regalos y parabienes de los seres queridos. Me asombra la intensidad con la que todos están viviendo el acontecimiento. Hay alegría por todas partes. Es un día grande, en efecto. Un día que recordarán de mayores, al igual que sus padres aún recuerdan el de su infancia.

Es casi igual que nuestra Primera Comunión, sí, pero con mucha más lógica. Bueno, con toda la lógica. Porque se trata del primer día de colegio y es la fiesta de la escolarización. En los brazos de cada niño, un cucurucho gigante repleto de golosinas lo certifica. En ese día tan especial, el niño empieza a disfrutar de su derecho a ser instruido. En otros lugares del mundo, en cambio, lo que se celebra es la adquisición del derecho a tragarse una hojaldrina. ¿Alguno de ustedes se acuerda de su primer día de colegio?

2 comentarios:

  1. Que suerte¡¡ yo lo recuerdo...pero sin fiesta...mas bien asustada y confundida de sentirme en un espacio desconocido.
    Recuerdo un círculo rojo en el suelo de la clase y todos según llegábamos nos colocábamos ordenadamente en él...no consiguieron que me gustara estar en el colegio, soy en este aspecto un clásico.
    Besazo¡¡¡

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  2. Mi recuerdo más antiguo sobre esa noble institución académica, es el de acudir con ropita supuestamente deportiva al García San Román los sábados por la mañana para brincar como cabras al ritmo marcial que nos imponía un ¿profesor? de gimnasia paramilitar.
    Sí, admirado Arencibia, los sábados iba al cole in the morning... uno, intrucción militar y al siguiente, pretecnología, lo llamaban. Colegas de mi edad (44... joder, ¿ya?) alucinan cuando les cuento que el director nos obligaba a cantar el caralsol ciertos días que, dada la demencia propia de aquellas edades, no recuerdo qué se celebraba... aunque me lo imagino. Y lo escribo así (caralsol) porque para mí era eso lo que decía, sin significado alguno. Me daba lo mismo decir eso que laralalá o esmoukandeguoter. Y lo que seguía era un movimiento de labios intentando aproximarme a lo que cantaban mis compañeros. Siempre fui torpe en el cole pero se me quitó cuando me echaron.

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