martes, 6 de abril de 2010

Murmuraciones


La comprensible tribulación actual de las almas católicas se despejará en cuanto asimilen e interioricen el mensaje de su guía espiritual, el ex nazi Benedicto XVI (o nazi directamente, que no me he enterado yo de que se haya retractado de su pasado, condenándolo o pidiendo perdón). Dice Ratzinger que las acusaciones de pederastia hacia miembros de la secta que él dirige son sólo una maléfica coalición de murmuraciones y chismorreos vertidos con las peores intenciones. La iglesia se siente atacada y se defiende como puede -como haría cualquiera de nosotros-, pero está tan poco acostumbrada a no tener la sartén por el mango que actúa disparatadamente, con una torpeza extraordinaria, colosal, inconmensurable, esperpéntica. Despejan los balones a gritos. En eso deberían aprender de Mariano, siempre en su insobornable puesto de visir Iznogud, calladito como una pared, como si la cosa ésa de la corrupción no fuera con él. Ya vendrán tiempos mejores.

De un líder espiritual como el papa se espera, al menos, que tenga la suficiente sabiduría o savoir faire para sortear las situaciones adversas con algo de elegancia y lo último que debería hacer es parapetarse vergonzantemente en la impunidad de su cargo de jefe de estado para eludir posibles acciones de la justicia. Lo mínimo exigible en su caso -como hiciera el capitán del Titanic- sería hacer acto de contrición y arrepentimiento antes de ponerse a esperar -en soledad y con actitud de recogimiento- a que el mar cumpla con su cometido. Ya que la verdad ahoga, lo mejor es elegir el final más digno posible, reconociendo de una vez que las murmuraciones por sí solas no son capaces de abrir una brecha como la que ahora mismo luce el casco de hierro colado de esa nave de cuadernas ajadas, con veinte siglos de singladura, que ha perdido totalmente el rumbo.

1 comentario:

  1. Si, yo he escuchado justificaciones del tipo:"...eso ya ocurría en muchas familias". Vamos, como para quitarle hierro al asunto echándo balones fuera. Esperamos que la araña que se le subió al cuello de la sotana el otro día no le haya picado, que si no a ver por donde nos sale luego.

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