sábado, 3 de abril de 2010

Escenas Celestiales L


- Quiero volver.
- Imposible. De aquí no se sale.
- Se supone que en el Cielo todo el mundo hace lo que quiere, ¿no?
- En el Cielo, sí.
- Pues yo quiero irme.
- ¿No estás en la gloria?
- Lo estoy, pero no quiero estar.
- ¿Y se puede saber por qué?
- Porque me siento demasiado a gusto.
- ¿Y eso es malo?
- Según se mire. Me siento como un morfinómano satisfecho.
- Ésa es la idea. Por eso nadie se queja.
- Pero es que el placer por el placer no me fascina precisamente. El dolor me hace crecer y así no crezco.
- ¿El dolor te hace crecer?
- Cuando lo supero, sí.
- ¿Preferirías el infierno, tal vez?
- Pues mira. Igual sí.
- Pues tú mismo.
Y así fue como aquella peculiar alma de dios abandonó el Cielo para iniciar un descenso de millones de años luz hasta el mismísimo centro de la Tierra, que es el lugar -dentro de los miles de millones de lugares posibles en todo el Universo- donde dios decidió que Lucifer se instalase por los siglos de los siglos. De los pormenores de tal viaje no se tiene noticia alguna.

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