sábado, 17 de abril de 2010

Escenas Celestiales LII


- Buenas.
- Buenas. ¿Qué es eso que me trae ahí?
- Mi perro.
- Usted es bienvenido, pero su perro aquí no puede entrar.
- ¡¿Cómo es eso?!
- Órdenes del jefe.
- Escuche. Mi perro es mi mejor amigo. Siempre fuimos uña y carne en la Tierra. Fuimos juntos a todos lados hasta que murimos juntos cruzando un paso de cebra.
- Me da igual lo que me cuente, su perro no entra.
- No es un perro cualquiera. Es un lazarillo. En vida, fui ciego.
- Pamplinas. No me conmueve lo más mínimo. Mi deber es impedir que entre.
- Entonces esto no puede ser el cielo del que me hablaron.
- No hay otro. Este es el cielo del que le hablaron y esto es lo que hay. Sólo tienen acceso las almas.
- ¿Insinúa usted acaso que mi perro no tiene alma?
- Exactamente.
- El que no la tiene es usted.
- No diga tonterías. Yo soy un alma.
- ¡Váyase al cuerno!
- ¡Y usted al infierno!
- ¿Sabe qué? Su dios es un animal...

Nota del autor: A día de hoy, en el cielo no son bienvenidos los animales, así que es conveniente no encariñarse demasiado con ellos. Si usted tiene previsto morir algún día, que sepa que no se los va a encontrar nunca más. Dios no transige en estas cosas. Avisado queda.

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