Un dedo. Sólo es un dedo. De alguien que nos gobernó durante ocho años, es cierto, pero sólo un dedo, al fin y al cabo. Un dedo corazón salido del alma, además. De la generosa alma de un egregio profesor de Georgetown. Del alma de uno que estuvo a punto de hacerse con la medalla del Congreso de los Estado Unidos de Norteamérica, porque seguramente se la merecía. Es un dedo que apunta al cielo con todas sus falanges. Un dedo que se rebela ante su condición de ser uno más de los dedos de esa mano que por poco incurre en el error de cerrarse en forma de anacrónico puño, contraviniendo el impulso natural de la Historia. Ese dedo es el futuro. Es un dedo individual. Un dedo al que nadie le va a decir cuánto vino puede beber antes de conducir. Un dedo desafiante. Un dedo libre. El futuro, ya digo.
Cuán cierto es que un pequeño y fugaz gesto es a veces capaz de fijar para siempre la talla de un gran hombre. Y más cuando le sale del alma (en este caso, de la que tenga).
Es tremendo, Miguelo. Estaba de viaje y me enteré de su gesto por la radio pero no he visto las imágenes -tampoco me interesa demasiado-.
ResponderEliminarSobre este personaje escribí en una entrada en mi blog titulada "Aznar y la crisis".
Este gesto me recuerda los versos de D. Pedro Muñoz Seca en "La venganza de D.Mendo...
Y me anulo y atribulo
mi espanto no disimulo
que esto en Madrid
tiene un nombre
y ese nombre es el de "chulo".
En fin... vivir para ver
Saludos
No entiendo cómo este impresentable personaje pudo acabar gobernando nuestro país durante ocho años. Y lo que me causa el mayor de los espantos es que algunos le sigan añorando como presidente.
ResponderEliminarSublime esta entrada que has puesto en tu blog...Tienes razón, a mí también me causa espanto su sola presencia. Yo tampoco he visto las imágenes, estaba ocupado viendo la pitada que le metieron a los Reyes de España el otro día, en un partido de baloncesto,
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