sábado, 1 de agosto de 2009

Escenas Celestiales XV


- No tengo libertad.
- ¿Cómo que no? Puedes hacer lo que quieras.
- No es cierto. No puedo hacer el mal.
- Cierto. Esto es el Cielo, el lugar donde sólo reinan el Bien y la Felicidad. No hay hueco para el mal.
- De eso te hablo. No puedo hacer el mal.
- En tu vida jamás lo hiciste y por eso estás aquí. ¿Por qué quieres hacer el mal ahora?
- No quiero hacer el mal. Quiero poder hacerlo, que es muy distinto. Aquí no tiene ningún mérito ser bueno. En vida, me enfrenté a mil y una tentaciones y salí airoso. Siempre me esforcé por ser una buena persona. Alguien digno de ti.
- Y lo has logrado y estar aquí es tu recompensa. Bien hecho.
- Pero aquí no hay libertad.
- Libertad, ¿para qué?
- Para hacer lo que me dé la real gana.
- No. En realidad, no.
- Viví mi vida en completa libertad y me has traído a esta especie de cárcel beatífica de la voluntad en la que no puedo ser libre.
- Eres libre de llamarla así...
- Eres un hijo de puta.
Fue la última frase que pronunció. En aquel preciso instante, su todopoderoso interlocutor redujo su alma rebelde a una inocua lucecita que parpadearía en adelante, sin hacer ningún ruido, por los siglos de los siglos.

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