Hay canciones que te envuelven en atmósferas veraniegas sin esfuerzo aparente, como un reggae, por ejemplo. Otras, como los villancicos, te sumergen en la navidad de sopetón. Y luego están las rarezas que persiguen un efecto y logran el contrario:
Esta vibrante canción pop, Sing Songs Along -de Tilly & The Wall-, que es de lo más alegre y optimista que he podido ver en un gimnasio, me retrotrae al invierno de 2006-2007. Siempre que veo este vídeo, percibo el olor del aire frío en la nariz, escucho las risas ajenas y el tintineo de las copas de cava, veo confetti esparcido sobre la mesa, la boca se me llena de polvorones y me invade una melancolía superior a la propia de las fechas navideñas. ¿Por qué? Sé que esta canción fue la banda sonora de aquellos días de mi vida en que estaba sometido a un incómodo tratamiento de quimio y radioterapia que finalmente acabó con un extrañísimo cáncer (o eso parece, al menos). Las imágenes y la melodía se implantaron en mi cerebro junto a las lógicas sensaciones de temor, inseguridad y desasosiego que padecía entonces. No tengo otra explicación: poseo engramas que aúnan aquella experiencia traumática con imágenes y música en principio alegres, dando como resultado la más profunda melancolía y un frío físico que me recorre todo el cuerpo. Misterios de la música. Casi tan inexcrutables como los del Señor, sin duda. Que ustedes lo pasen bien en misa y después ya, si quieren, me cuentan cómo les fue.
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