Con esta canción, el grupo alemán Trio se encaramaba, desde una Bierstubl* bávara, a lo más alto de las listas de éxitos de 1982 y lo hacía, con todo el descaro del mundo, a lomos de un señor casiotone. Oda al low-tech y al ingenio básico, en medio de un paisaje musical caracterizado por la omnipresencia de virtuosos solos de saxo en todos y cada uno de los demás temas superventas de aquellos años.
Cuando un germano se mete a rotundo -creo que no hace falta que nombre aquí a Kraftwerk, pero lo hago encantado-, puede hacer maravillas camufladas en la simplicidad que acaban afectando a la esencia del mundo. Y si no me creen, pregúntenselo a Martin Luther. O a Karl Marx.
Oh my god! Qué acto de generalización inconexa y execrablemente gentilicia acabo de cometer.
Desvarío. Ustedes sabrán disculparme, aprovechando que hoy es día de perdón. Debe de ser el calor. Y en misa se está tan fresquito...
(*) Bierstubl: Taberna de cerveza, en bávaro.
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