sábado, 29 de agosto de 2009

Escenas Celestiales XIX


No tengo cuerpo. Vale. Ya suponía yo que eso iba a ser así. Con lo que no contaba es con lo de no tener edad. No soy niño, no soy adulto, no soy anciano. Mi pensamiento es atemporal y sin embargo siento que soy yo. El yo de todas las épocas, un yo que existía antes incluso de mi nacimiento. Los recuerdos de lo vivido en la Tierra son apenas una millonésima parte de mí. He descubierto que mi yo es mucho mayor de lo que pensaba en vida.

Así que Ana tenía razón. Llegué al mundo siendo ya una esencia y esta esencia prevalece en este cielo en el que pasaré el resto de la eternidad. Además, me he auscultado y creo que como esencia no estoy mal del todo. Ahora sólo tengo que encontrar la esencia de Ana para felicitarla por su sagacidad y buen tino. Tiempo no me falta, es cierto, pero no tengo la más remota idea de cómo distinguiré a Ana entre los millones de esencias que sin duda se encuentran en este lugar. Aunque pude compartir con ella afectos, aficiones y algunas formas cómplices de ver la vida, nunca llegué a acercarme demasiado a su fuero interno. Para mí sigue siendo una perfecta desconocida en ese sentido. Para empezar, su esencia... ¿será rosa, será verde, será azul, será amarillo limón? ¿Me mostrará algo de su cara para que pueda reconocerla? Ni siquiera sé por qué me hago estas preguntas, si no tengo ojos y no puedo ver. En fin, será cuestión de tener paciencia. Una aguja en un pajar, que decían en mi pueblo.

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