Sostiene Isaac Rosa que si no tenemos corresponsales retransmitiendo en directo lo que sucede en Islandia -muy al contrario que lo que ocurre con los países árabes- es con toda la intención, porque la simple visión de lo que allí está pasando podría darnos ideas peligrositas. En ese país continuamente sobrevolado por aviones que enlazan Frankfurt y Los Ángeles, una revolución pacífica y ciudadana que tiene lugar desde hace dos años lleva conseguidas las siguientes cosas:
1.) la dimisión del gobierno,
2.) la nacionalización de la banca,
3.) la persecución penal a los banqueros responsables de la crisis,
4.) el rechazo mediante referéndum del pago de la deuda bancaria del país,
5.) la elaboración de una nueva constitución más democrática y social y
6.) la aprobación de una iniciativa para convertir el país en un refugio internacional para la libertad de prensa, donde el próximo Julian Assange pueda trabajar sin que lo encarcelen ni le cierren la web.
Y, mientras yo me muero de envidia y los aviones de Lufthansa sobrevuelan esa isla sin mirar abajo, la revolución islandesa sigue.