jueves, 13 de mayo de 2010

Perros de presa


Aquella cacería que reunió a Garzón y al dimitido ministro de justicia Bermejo es apenas un juego de bebés comparada con la que el juez está viviendo en sus propias carnes. Las personas sensatas y prudentes se atrincheran en la equidistancia y dicen que Baltasar Garzón no es distinto al resto de los ciudadanos (cosa obvia, por otra parte) y que no puede estar por encima de la Ley (evidentemente). El juez Varela vendría a ser el juez encargado de hacérsela cumplir, ni más ni menos. La justicia discurre por los cauces debidos y tradicionales. Así de aséptico. Así de sencillo. Así de chachi.

Pero hete aquí que Luciano Varela Castro (en la foto y en el móvil de su interlocutor) se carga la tradición batiendo todos los récords de velocidad conocidos en la historia de la judicatura española. Ha sido enterarse de la petición de traslado de Garzón al Tribunal de la Haya y ponerse como loco a dictar 4 autos y 3 providencias en menos de 24 horas para despejar el camino a la inmediata apertura del juicio oral, antes de que Garzón abandone por la puerta la Audiencia Nacional camino de los Países Bajos. Y es que la justicia española, cuando quiere, trabaja de verdad.

Como bien dice Nacho Escolar: "¿Qué sentido tiene ordenar a toda prisa la suspensión de un juez que se va por propio pie de su juzgado? Parece evidente: convertir una medida cautelar, la suspensión del juez, en una condena anticipada. Varela cumple con la ley, pero no con la costumbre en cualquier juzgado, que siempre suele esperar a que estén resueltos todos los recursos de la instruccion antes de ordenar que el acusado se siente en el banquillo, especialmente cuando la Fiscalía respalda esos escritos. No basta con sacarle de la Audiencia. También tiene que salir humillado, y que además pierda su próximo trabajo."

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