sábado, 22 de mayo de 2010

Escenas Celestiales LVII


Wayne Donoghue no daba crédito a lo que acababa de oir.
- No puede ser. ¿Los ángeles eran seres humanos del futuro?
- Conciencias humanas, en efecto.
- ¿Cómo va a ser eso? Una conciencia no se ve.
- Desde luego, no es fácil que entienda esto, Sr. Donoghue, pero, en determinados estados de sinergia empática, es posible que una conciencia externa sea vista por alguien con suficiente sensibilidad como una suerte de 'imagen interior'. Normalmente se identificaban las 'apariciones' como experiencias subjetivas rayanas en el delirio. En su época no se les daba crédito alguno a quienes afirmaban haber visto un fantasma. Se les tomaba por locos. En realidad, sus ojos no participaban del evento. Su cerebro percibía la imagen, que podía ser tan real como usted se está viendo ahora mismo las manos. Ellos sabían que lo que habían visto era tan real como inexplicable. Figúrese la desazón que les podía embargar en una época de descreimiento y racioncinio generalizados.
- Entonces... los abducidos por extraterrestres...
- Viajeros en el tiempo, a través de sus conciencias.
- ¿Y por qué nunca relataron que habían estado en el futuro?
- Porque nunca lo supieron. Era mucho más fácil hacerles 'entender' que habían estado en un túnel blanco, en el cielo de su religión o en el interior de una nave con seres de ojos grandes y malvados.
- Pero ustedes debieron decirlo en algún momento.
- ¿Revelar que éramos conciencias humanas provinientes del futuro? Habríamos alterado el devenir del género humano sin lugar a dudas.
- ¿Y qué hubiera tenido de malo? Habríamos progresado mucho más deprisa.
- Llevamos 3.000 años debatiendo esta cuestión, Sr. Donoghue. ¿Qué cree usted que es más justo? ¿Dejar que la raza humana disfrute de muchos eones más de evolución como especie biológica o empujarla al estado celestial en el que nos hallamos?
- Lo segundo parece mejor, ¿no?
- Yo no estaría tan seguro. Piénselo. Esto viene a ser como su cielo. El cielo eterno, el cielo sin límites, el cielo en el que, al final, nunca pasa nada. Dentro de poco, dejaremos de interesarnos por nuestro pasado como especie cuando lo conozcamos en su totalidad, no tendremos ningún tema excitante que tratar porque casi conocemos todo el universo y aún nos quedará toda la eternidad por delante. Piénselo, Sr. Donoghue.
Wayne Donoghue se quedó balbuceando. No sabía qué decir ni qué pensar.


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