viernes, 28 de mayo de 2010

No habrá sido por no avisar...


Si es que se veía venir. Lo veníamos diciendo. Estaba más claro que el agua. Con tanto desatino, nos iban a perder el respeto más pronto que tarde. Seríamos el hazmerreír del mundo entero. El orgullo patrio se tendría que agarrar al rojo clavo ardiente de la selección de fútbol, a falta de asideros mejores. Todo lo que vaticinaba ha sucedido. España hace aguas por todas partes y se convierte sin remedio en un país impresentable al que nadie tomará nunca más en serio y al que le costará levantar cabeza, si es que alguna vez pensó en volver a llevarla alta.

No hablo de la crisis, ni de las medidas fluctuantes y cabezonas de Zapatero para remediarla (o empeorarla, que eso está por ver). Hablo de un terreno en el que la crisis económica apenas interviene. Hablo de la Justicia y de cómo el mundo entero contempla estupefacto a un país que se parece cada día más al rey ridículamente desnudo del cuento de Hans Christian Andersen. El escándalo se convierte en moneda común en boca de las naciones y estamentos que miran a España desde fuera. Empezando por Amnistía Internacional, nada menos. Gracias, señorías de la judicatura, por tan inmenso honor. Seguimos siendo reserva espiritual.


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