Lo cuenta Federico Mayor Zaragoza, en Periodismo Humano, y yo se lo traigo a ustedes aquí, por imprescindible:
Stéphane Hessel es el único superviviente de cuantos redactaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, allá por el año 1948. Hessel tiene noventa y tres años y está muy lúcido. Nos dice verdades como ésta: "Necesitamos, hoy más que nunca, los principios y valores que nos guiaron y debemos velar juntos para que nuestra sociedad no abdique de los mismos”. Y menciona el tratamiento a los inmigrantes, los logros de la seguridad social, el inmenso peligro de unos medios de comunicación en manos de los más acaudados…
Y sigue: "es imprescindible la instauración de una verdadera democracia social y económica, en la que los intereses particulares se subordinen al interés general”… y se asegure la “libertad de prensa, su labor de independencia en relación al Estado, los poderes económicos y las influencias extranjeras”…
Stéphane Hessel, en su “última etapa”, reclama, volviendo a sus raíces, un compromiso público de resistencia, de defender la dignidad humana en todo momento, de no ser testigos impasibles y adormecidos.
Para que luego digan que lo de pretender arreglar el mundo son pecados de juventud y propio de utópicos infantiles que no saben lo que dicen.
Stéphane Hessel es el único superviviente de cuantos redactaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, allá por el año 1948. Hessel tiene noventa y tres años y está muy lúcido. Nos dice verdades como ésta: "Necesitamos, hoy más que nunca, los principios y valores que nos guiaron y debemos velar juntos para que nuestra sociedad no abdique de los mismos”. Y menciona el tratamiento a los inmigrantes, los logros de la seguridad social, el inmenso peligro de unos medios de comunicación en manos de los más acaudados…
Y sigue: "es imprescindible la instauración de una verdadera democracia social y económica, en la que los intereses particulares se subordinen al interés general”… y se asegure la “libertad de prensa, su labor de independencia en relación al Estado, los poderes económicos y las influencias extranjeras”…
Stéphane Hessel, en su “última etapa”, reclama, volviendo a sus raíces, un compromiso público de resistencia, de defender la dignidad humana en todo momento, de no ser testigos impasibles y adormecidos.
Para que luego digan que lo de pretender arreglar el mundo son pecados de juventud y propio de utópicos infantiles que no saben lo que dicen.
Que razón lleva Hessel, como no podía ser mnenos, y que surrealistas pueden llegar a sonar estas palabras, basadas, como no, en los preceptos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en momentos como estos en los que todo es contrario a lo que en ella se plantea. ¡¡Y que lucidez tiene este hombre!! Aunque en él cabe la máxima de "donde hubo siempre queda". Saludos Miguelón
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