La inteligencia es una cualidad presente en las especies superiores, que tiene -o eso dicen- su utilidad. Por ejemplo, si uno quiere gobernar un país y tomar decisiones que afectan al propio país y a otros muchos paises más, entonces es conveniente poder echar mano de esa herramienta en determinados momentos. Y así asegura haberlo hecho Tony Blair, el otrora Primer Ministro británico, nada más caer la segunda torre del World Trade Centre, según ha reconocido a la comisión que investiga la participación del Reino Unido en la Guerra de Irak: "Mi percepción después del 11-S era que estábamos ante un nuevo tipo de terrorismo que combinaba fe religiosa y tecnología. Pensé que igual que mataron a 3.000 podrían haber matado a 300.000 si hubieran tenido la ocasión. Después del 11-S empecé a pensar que había que actuar de otra manera". Juntó la inteligencia con sus dotes de percepción personales y decidió embarcarse -bueno, a su ejército más bien; él no fue (ahí también echó mano de la inteligencia)- en esa espectacular batalla por el derrocamiento de Saddam Hussein, que aún perdura, pese a que Saddam está muerto desde hace más de cuatro años y no se le espera.
Tony Blair metió a su país en una guerra por un cambio de 'percepción' personal. ¿Acaso tiene poderes paranormales que le hacen ver cosas de la realidad que los demás no vemos o es un tonto de remate que se cree inteligente y piensa que los tontos somos los demás? ¿No había nadie inteligente a su alrededor que le aconsejara escuchar a los inspectores de la ONU?
Porque resulta que la inteligencia no es exclusiva de los que mandan y por eso aparecen comentarios en internet tan certeros como éste: "¿Y qué narices tenía que ver el pueblo iraquí con el 11S, malditos asesinos? ¡A ver si espabilan los Tribunales Internacionales y empiezan a juzgar al Trío responsable! ¡A ellos y a quienes les apoyaron en sus respectivos PParlamentos! ¡Tamaño genocidio no puede quedar impune!"
Pues eso.
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